Vamps: los góticos de los años veinte
Todo tiene diferentes orígenes y sin unas cosas, es imposible que existan otras. Sin el rock’n’roll, no tendríamos punk. Sin Shakespeare, no tendríamos a Romeo y Julieta. Y sin vamps, no hubiese existido lo que llamamos la subcultura gótica. Es algo que comenzó en los años veinte que seguramente conocerás y no lo identificas todavía.
Vamp era el término que usaban a principios de siglo para referirse a improvisar con instrumentos. Pero durante la década de 1910, fue evolucionando su significado por la llegada de la pintura de Philip Burne-Jones titulada The Vampire que luego inspiró a Porter Emerson Browne para que escribiera la obra A Fool There Was que hablaba de una seductora mujer que encontró a un hombre al que enamoró y dejó sin dignidad y dinero. Por eso, el término vamp es asociado con el jazz y con las mujeres.
Con el primero, porque los conservadores llamaban al género musical algo creado para “demonios” o “jazz vampires” y a las mujeres atractivas que querían ser libres las llamaban de esa manera.
El movimiento del voto de la mujer y el feminista de los años veinte hizo que aparecieran más de estas jóvenes en el mundo. Sin embargo, el lugar donde realmente las encontrábamos era en el cine con representación de la primera femme fatales, Theda Bara, conocida por ser Cleopatra y la protagonista de la adaptación de cine mudo de la primera obra de vamps. A ella le crearon una historia irreal de su vida para poder llamar la atención de todos e idealizarla, u odiarla como muchas de las esposas de ese tiempo.
Así se creó la fórmula “perfecta” de la personalidad de ellas: debía ser atractiva, tener “orígenes exóticos” y lucir de esa manera, verse sombría y rebelde en comparación a lo que el mundo esperaba en ese momento de las mujeres.
Esa oscuridad que las vamps debían representar era evidente no solo en los papeles que les daban a ellas, sino en su estilo con piezas llamativas que normalmente no se usaban en ese tiempo, ojos oscuros, labios negros y accesorios que seguían la misma línea, según Allure.
Todo esto fue lo que inspiró a miles a seguir haciendo evolucionar el look que vemos en películas de monstruos en los años treinta hasta que llegó al punk y al movimiento gótico como manera de rebelarse, de mostrar quiénes de verdad eran sin importarles lo que dijeran los demás de ellos.
Los vamps que tanto eran criticados por su música y por los estigmas, ellos a quienes muy pocos recuerdan son los que han hecho que la sociedad pueda conectar con “el lado oscuro” que tanto quieren ignorar. A través de su maquillaje diferente al alegre, de esa música que llamaban de “la jungla” por sus orígenes africanos, de sus looks atrevidos y su actitud que era interpretada para satanizar la sexualidad femenina, nos hicieron crear un lugar mucho mejor, aunque fueron solo el inicio.
Gracias a estos góticos pudimos descubrir que está bien ser diferentes y que es mejor serlo a formar parte del montón.